Si piensas en las cualidades que te hacen falta para liderar un negocio o cualquier clase de proyecto, seguramente nombrarás la experiencia, los conocimientos y las habilidades, incluso el carisma, como las principales. Sin embargo, cualquiera de ellas no te conducirá a ninguna meta sin tu corazón.
Si no pones el corazón en lo que haces, seguramente no conseguirás tus objetivos. Ya seas un emprendedor, dirijas un negocio o trabajes en uno, el corazón es lo que transformará lo que hagas en algo valioso.
¿Por qué?
Porque si pones tu corazón en lo que haces:
- Te diferencias de los demás. En un mundo atestado de ofertas de todo tipo, lo que tú ofrezcas (como dueño de tu propio negocio, líder de uno o trabajador en uno) debe ser único. Y lo que te hace único es tu corazón.
- Estás más presente. No sólo acudes a tu trabajo, sino que vives tu trabajo. Aportas valor real, enriqueces tu entorno.
- Te comunicas mejor. Estás más abierto a escuchar realmente a los demás, por lo que puedes comunicarte mejor con ellos. Por otro lado, tu mensaje será más poderoso. No sólo estará dotado de conocimiento y verdad, sino también de autenticidad y, lo más importante, humanidad.
- Creas comunidad. Entiendes mejor a los demás, te fijas siempre en lo positivo, conectas mejor. Por tanto, eres más influyente. Tienes más capacidad de liderar y cautivar.
En el mundo hiper-competitivo en el que vivimos, finalmente no es la tecnología la que marca la diferencia. Es la capacidad humana.
Precisamente es eso lo que más se busca ahora. Por ejemplo, Google premia ahora más la capacidad de una web o blog de conectar realmente con la comunidad con la que interacciona, hacia la que va destinado su mensaje.
Facebook muestra antes a un usuario las actualizaciones de aquellas personas o páginas con las que mantiene un nivel más alto de interacción.
Lo más valioso que puedes poner en juego es tu corazón.
De él surge todo lo demás. A partir de él se abren las posibilidades y fluye la capacidad de un negocio o proyecto de ir más lejos, de crear un impacto mayor.
Pero, ¿cómo sé si estoy poniendo el corazón en lo que hago?
Tu corazón puede tener muchos estados, pero para que puedas ponerlo en lo que haces debes diferenciar sobre todo entre dos: abierto y cerrado.
Si miras en tu interior, enseguida percibirás en qué estado de los dos se encuentra: abierto a los demás, a las posibilidades del momento, a aprender, a arriesgar. O por el contrario, cerrado por el miedo, la desconfianza, la falta de ánimo, mirando sólo al pasado, o sólo al futuro.
Y está claro que si está cerrado, no podrá estar presente en lo que haces.
Requiere disciplina tener un corazón abierto para poder ponerlo en la actividad desarrollada en el día a día.
Tienes que tomar la decisión consciente de abrir tu corazón cuando percibas que está cerrado. Tienes incluso que visualizar mentalmente que abres tu corazón. Y sobre todo, tienes que forzarte a pensar en lo que es posible, a ver las situaciones y a las personas desde la perspectiva de la posibilidad.
De esa manera, estarás plenamente presente en lo que haces, disponible para aprovechar y aumentar el potencial que ofrece cada situación y cada persona.
Pon tu corazón en lo que haces y marcarás la diferencia.
¿Qué cosas crees que podrían mejorar si pusieras tu corazón en ellas? Me puedes dejar tus comentarios más abajo, y también en las redes sociales.
*Este artículo está basado en varios artículos escritos por Michael Hyatt.
*Fotografía: Dakota