Casi seguro que en ocasiones te has visto bloqueado por un obstáculo que excedía tu capacidad de comprensión. Te has encontrado perdido en un bosque de interrogantes sin respuesta, sin ninguna señal que te indicara el camino hacia la salida.
Pero también estoy seguro de que en muchas de esas ocasiones, cuando finalmente encontraste la solución al problema, resultó que el asunto era mucho más sencillo de lo que en principio te parecía.
Hasta tal punto era sencilla la solución que todavía te sorprendes ahora al pensar cómo no la encontraste antes.
La razón es que muchas veces complicamos cosas que en realidad son bastante sencillas. Nosotros mismos nos creamos dificultades que nos superan y bloquean nuestro camino.
Pero, ¿por qué nos hacemos esto a nosotros mismos?
Las situaciones son muy variadas, pero creo que algunas de las razones más importantes son las siguientes:
- No entendemos la situación de la que partimos, y por tanto extraviamos nuestro camino desde el primer paso. Es bueno siempre que nos paremos a hacer un pequeño análisis, incluso con anotaciones, esquemas y dibujos, para facilitarnos la comprensión de nuestra situación.
- No tenemos un objetivo claro, con lo que tampoco tenemos una meta definida hacia la que debamos avanzar. Es posible que estemos luchando por alcanzar a la vez varios objetivos que son excluyentes. Nunca conseguiremos llegar a todos ellos.
- No analizamos el camino que vamos recorriendo en busca de la solución. Muchas veces, ni siquiera tenemos claro cuáles son los pasos que nos han conducido al punto en que nos encontramos en un momento dado. Deberíamos ir tirando miguitas de pan a lo largo del camino recorrido. Unas simples notas nos ayudarán a recordar las decisiones que tomamos y la razón por las que las tomamos.
- Somos perfeccionistas, y por tanto no hay solución suficientemente buena para nosotros. Si algo es demasiado simple, es que no está al nivel adecuado. Seguro que los expertos lo hacen de una manera más complicada. Grave error de perspectiva que nos costará disgustos, desgaste y desmotivación.
- No pedimos ayuda, con lo cual nos perdemos la sencillez que nos podría aportar una persona que contempla nuestro problema desde fuera, y que nos puede aconsejar desde su propia experiencia.
- Nos basamos en planteamientos teóricos que no se adaptan a la realidad práctica. Como se suele decir, el papel lo soporta todo. Cualquier teoría que hagamos para solucionar una situación puede parecer acertada, pero debemos pensar en su lado práctico: ¿se podrá realizar aquello que pensamos sin que nos cueste demasiados recursos?
- Creemos que más es siempre mejor. Muchas veces, precisamente es lo contrario: menos es mejor. Nos podemos ahorrar un montón de trabajo y recursos si nos damos cuenta de esto antes de hacer que las cosas sean más complicadas.
- Equivocamos lo que se espera de nosotros. Creemos que debemos hacer algo a un nivel altísimo, cuando nadie nos ha pedido ese nivel. Es simplemente un prejuicio en nuestra mente.
En el mundo de la productividad, la sencillez siempre gana.
Si quieres hacer más: simplifica todo lo posible, analiza, toma notas, haz esquemas, nada de perfeccionismos, pregunta, mide bien lo que se espera de ti, intenta pensar desde el aspecto práctico, elimina lo innecesario.
¿Qué has pensado cuando has caído en la cuenta de que algo era mucho más sencillo de lo que habías creído? Déjame tus comentarios más abajo.