¿Eres capaz de no hacer nada durante un rato y disfrutarlo? Apuesto a que se te hace muy difícil. Tu cabeza no hace más que recordarte tareas, el móvil no para de notificarte cosas variadas: correos electrónicos, actualizaciones de redes sociales, mensajes, etc.
Fotografía: Almir de Freitas
En el mundo en el que vivimos se nos hace muy raro no hacer nada durante un tiempo. Y si encima hablamos de disfrutarlo parece un disparate.
¿Permitirte el lujo de no hacer nada? ¿Acaso te sobra el tiempo? ¿Es que no tienes obligaciones de las que hacerte cargo?
Incluso en las ocasiones en las que te puedes tomar unos días de descanso, parece que si no tienes todo el tiempo ocupado con actividades de ocio no estás aprovechando tus vacaciones.
Hay que hacer más, leer más, ver más, compartir más,…
Agobiante, ¿no?
El concepto de productividad va calando entre nosotros. Tenemos claro que debemos ser más productivos en nuestro trabajo, y también en nuestro tiempo libre.
Pero al final, ¿es satisfactorio tal nivel de actividad? ¿Es siquiera positivo para nuestros resultados?
El descanso diario se ha vuelto más una especie de medicina que un acto natural propio de todos los seres vivos. Aún así, empezamos a hacer caso de las recomendaciones de expertos y tratamos de reservar suficientes horas para dormir.
Pero el tiempo que permanecemos despiertos es otra cosa. Hay que exprimirlo, hay que consumirlo, hay que llenarlo de cosas hasta que no quepan más.
¿No hacer nada? No parece adecuado.
Pero debes saber una cosa: no estamos diseñados para mantener un nivel alto de actividad todo el tiempo. La mente necesita poner en marcha procesos internos de limpieza y descongestión de vez en cuando.
El sueño diario es clave para ello. Pero no es suficiente. Necesitas ratos de no hacer nada, y disfrutarlos. Dolce far niente. El dulce no hacer nada.
Parte de la cultura italiana y mediterránea en general, es casi un concepto insultante ahora mismo.
La siesta está siendo defendida por grandes gurús americanos para mejorar la productividad y el bienestar. Aquí sin embargo es algo casi bochornoso.
Pero te insisto: tu mente necesita desconectar algunos ratos para funcionar mejor el resto del tiempo. No significa literalmente no hacer nada, estar quieto y en silencio. Pero significa pasear sin tener necesariamente que ir a algún sitio a hacer algo. Pasear por el gusto de hacerlo. Sentarte a leer un libro sin estar mirando el móvil cada minuto. Hablar con alguien sin estar pendiente de otras tres cosas a la vez. Cocinar un pastel y luego darte el capricho de comértelo con un buen café mientras ves el atardecer por la ventana.
Ese tipo de cosas. Dolce far niente. No hacer nada significativo. No hacer nada con un objetivo concreto. Simplemente disfrutar del momento.
Si lo practicas, te darás cuenta de que el tiempo dedicado no tiene nada de desperdiciado.
Tu mente te lo agradecerá, tus relaciones personales también. Y, por supuesto, tu agenda, tu lista de tareas, tu sistema de productividad,… también.
Porque la mente no es una máquina, aunque a veces la tratemos como tal.
¿Te resulta difícil practicar el dolce far niente? ¿Cómo lo haces? Me puedes dejar tus comentarios un poco más abajo, o también en las redes sociales.