Hay ocasiones en las que llego al límite de mis conocimientos y creo que no puedo seguir avanzando en el proyecto en el que estoy embarcado: no sé cómo continuar. ¿Te ha pasado no saber hacer algo y quedarte parado, sin moverte en ninguna dirección?
Fotografía: Curtis Perry
Me ha sucedido por ejemplo al poner en marcha la página web. En muchos momentos el proceso excedía mi nivel de conocimientos. No soy experto en esta materia. Yo creía que cierta cosa se podía hacer de una manera y resultaba que no. Pensaba que se podía adaptar tal otra cosa, y no sabía cómo. A veces no podía plasmar lo que tenía en la mente en la plantilla de WordPress.
Y me quedaba parado, perplejo. No sabía qué hacer.
En ese caso y en muchas otras ocasiones, en otros proyectos de muy variado tipo, he pasado cierta cantidad de tiempo detenido en el mismo punto, a la espera de una idea que me permitiera acercarme a la meta marcada.
Me gusta conseguir las cosas por mí mismo, y cuando hay algo que no sé prefiero concederme la oportunidad de investigar por mi cuenta en busca de una solución. A veces me funciona y siento una enorme satisfacción. A veces no, y desperdicio uno de los recursos más escasos: el tiempo.
La situación es análoga a cuando vas en el coche buscando un destino que no encuentras, pero te resistes a preguntar. Prefieres demostrarte a ti mismo que eres capaz de llegar por tus propios medios. Tiene que ser la siguiente calle, seguro. Y pasa que no es la siguiente calle. Pero sigues prefiriendo no preguntar a alguien.
Ahora mismo casi todos tenemos un navegador en el coche, o Google Maps en el móvil. Pero hace un tiempo es probable que hayas vivido una situación similar. O a lo mejor eres de ese tipo de personas que en seguida superan estos trances preguntando a alguien que sabe más.
A mí me cuesta hacerlo.
Cuando reflexiono sobre esto, me parece increíble que habiendo tanta información en internet y tantas personas con muchos conocimientos dispuestas a ayudarte, a veces me cueste bastante buscar la solución que me hace falta para continuar mi camino.
Creo que puede haber varias causas para esta reticencia:
- Empeño personal. Has invertido tu tiempo en buscar tu solución, y no lo vas a dejar ahora. Tu orgullo reclama su protagonismo. También es una cuestión de inercia. Has iniciado un movimiento en una dirección y no es fácil cambiarla de repente. Tienes que decidir de manera consciente detenerte y pensar en otras alternativas.
- No sabes si la información que vas a encontrar te va a aportar una solución. A mí me sucede que cuando me dan una dirección para llegar a algún lugar con el coche, o es muy simple o no soy capaz de recordar las instrucciones, y al final continúo perdido. También a veces encuentro en internet una posible solución para mi problema que me supone nuevas dudas, o no corresponde exactamente con lo que quería, etc. Por ello, a menudo es más complejo de lo que parece buscar una ayuda o preguntar. Afortunadamente hay muchas personas que están dispuestas a explicarte las cosas de manera muy simple, incluso a ayudarte a discernir el tipo de solución que te conviene. En internet es la práctica la que te ayudará a localizar información de valor.
- Te da miedo que más allá del paso que acabas de resolver haya otro u otros en los que también te quedes atascado. En proyectos que se sitúan en una zona en la que tus conocimientos flaquean, ocurre a menudo que a duras penas resuelves un paso, pero en el siguiente te encuentras igual de perdido, o más. A lo mejor es mejor dejar las cosas como están, ¿no? Debes decidir si es mejor seguir por el camino que tenías marcado, o cambiarlo por el momento por otro más adecuado a tu nivel de conocimientos. También es verdad que casi todo se puede aprender, y hay muy buenos materiales disponibles para aprender de casi todas las materias que puedas necesitar.
Hay dos tipos de personas: las que prefieren cometer sus propios errores y las que prefieren que les ayuden desde el primer momento. Los dos tienen sus ventajas.
Equivocarte y seguir avanzando te aporta conocimientos y seguridad en ti mismo.
Pedir ayuda te ahorra mucho tiempo (y disgustos).
Debes posicionarte tú.
La conclusión a la que he llegado yo es que un punto intermedio es el más favorable: investiga por tu cuenta, equivócate, aprende, hazte fuerte, pero decide cuanto antes en qué momentos será mejor pedir ayuda a alguien que sepa más que tú.
¿Cuántas veces te has quedado atascado en algún proyecto? ¿Cómo lo has resuelto al final? Me puedes dejar tus comentarios un poco más abajo, o en las redes sociales. ¡Empecemos una conversación!
Suelo preguntarme qué hace que personas europeas acomodadas de clase alta con la vida aparentemente resuelta sean francamente desdichadas y otras en países en vías de desarrollo, con necesidades básicas aún por cubrir, tengan una sonrisa cautivadora ante cualquier gesto de empatía o cariño y una ganas locas de vivir y engancharse a la supervivencia.
¿Será la resiliencia de la que hablas?